jueves, 1 de marzo de 2012

Con los ojos cerrados se descubre lo esencial


Un viejo rey tenía dos hijos. Como ya se sentía débil para gobernar, llamó al mayor y le pidió que encontrase entre las doncellas del reino, aquella que reuniera más condiciones para convertirse en reina y la hiciera su esposa.

El viejo monarca sabía lo importante que era para el futuro rey tener una mujer sabia como esposa. Así, mandó preparar un gran baile en el palacio e invitó a las mas lindas jóvenes para que el príncipe pudiera elegir.

Después de observar cuidadosamente a todas las candidatas, el príncipe se decidió por dos, que eran absolutamente magnificas.

Eran las más bellas, talentosas y educadas. Sin saber cuál elegir, él las invitó a vivir en el palacio donde podría, a través de la convivencia, confirmar que la elegida sería así la más preparada.

El príncipe era, como su padre, un joven humilde y de excelente corazón. quería que, con su casamiento, el pueblo de su reino tuviera una verdadera reina, que sirviera de ejemplo a todas las demás jóvenes del reino.

Un día, en un viaje, sufrió un accidente. cayó del caballo y se golpeó la cabeza en la raíz de un árbol, quedando ciego. ¡Qué tragedia para un joven tan especia y con un futuro tan brillante!. 

Volvió a su palacio con la idea de renunciar a su derecho de reinar en favor de su hermano más joven, pues pensaba que un rey ciego no podría servir tan bien a su pueblo. Ya no frecuentaba más los salones de baile ni desfilaba gallardamente por las calles de su reino. El príncipe ciego prefería quedarse encerrado en sus aposentos, meditando sobre su vida.

Al poco tiempo todos los amigos se fueron alejando de él para acercarse a su hermano, ahora el futuro rey. Se realizó otro baile, entonces para escoger la doncella que desposaría el hermano.

Las dos mozas también fueron invitadas para el acontecimiento. Sin embargo, una de ellas no aceptó la invitación. Ella se había enamorado del otro príncipe, quien ahora estaba ciego, y sentía que no podrías ser feliz con nadie más.

El salón de fiesta del palacio estaba colmado de lindas doncellas bien vestidas. En medio de la fiesta, e príncipe ciego entró al salón traje real, y para sorpresa de todos, viendo perfectamente.

En medio del silencio que se hizo, el príncipe subió los escalones que llevaban al trono y anunció con gran calma:

Una vez más podemos comprobar que la Palabra de Dios es sabia y maravillosa. Tenía una decisión muy difícil de tomar, pues las dos jóvenes que escogí eran absolutamente iguales y merecedoras de la corona. Un día, cuando leía la Sagrada Escritura, noté que el Señor había cerrado los ojos de Adán, haciéndolo caer en un profundo sueño, mientras le preparaba a su esposa. Percibí que mi dilema estaría resuelto si también cerraba mis ojos. Con los ojos abiertos consideraba sólo el aspecto físico. No observaba los atributos invisibles de un verdadero carácter. De las dos jóvenes que decían amarme, solamente una probó lo que sentía, no aceptando la invitación a este baile. Así, ella es la elegida para ser futura reina y gobernar a mi lado.

Aunque la visión es importante, las cosas invisibles son más importantes y trascendentales. ¿No dice la Palabra Viva del Eterno que el justo vive por la fe? (Romanos 1:16)

¿No es la fe la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve? (Hebreos 11:1)

¿No fue el rey David elegido proféticamente por cualidades que no se podían ver con los ojos físicos?

"... no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas" 
(2 Corintios 4: 18)