miércoles, 14 de agosto de 2013

Creyente y discípulo... ¡Sus claras diferencias!


El creyente suele esperar panes y peces; el discípulo es un pescador.

El creyente lucha por crecer; el discípulo por reproducirse.

El creyente se gana; el discípulo se hace.

El creyente gusta del halago; el discípulo del sacrificio vivo. 

El creyente entrega parte de sus ganancias; el discípulo entrega parte de su vida.

El creyente puede caer en la rutina; el discípulo es revolucionario.

El creyente busca que le animen; el discípulo procura animar.

El creyente espera que le asignen tarea; el discípulo asume responsabilidades.

El creyente murmura y reclama; el discípulo obedece y se niega a si mismo.

El creyente suele ser condicionado por las circunstancias; el discípulo aprovecha las circunstancias para ejercer su fe.

El creyente busca en la Palabra promesas para su vida; el discípulo busca vida para cumplir las promesas de la Palabra.

El creyente es yo; el discípulo es ellos.

En el creyente la unión del Espíritu Santo es confirmación y meta; en el discípulo es medio para lograr la meta de ser testigo eficaz a toda criatura.

El creyente vale para sumar; el discípulo para multiplicar.

El creyente es un ahorro; el discípulo una inversión.

El creyente se destaca llenando el templo con otros creyentes; el discípulo conquista el mundo para convertirlo en templo de Dios.

El creyente suele ser fuerte como soldado acuartelado; el discípulo es soldado invasor.

El creyente suena con la iglesia ideal; el discípulo se entrega para lograr la iglesia real.

La meta del creyente es ganar el cielo; la meta del discípulo es ganar vidas humanas para el Reino de los cielos.

El creyente maduro se hace discípulo; el discípulo maduro asume los ministerios del cuerpo.

El creyente necesita de campanas para animarse; el discípulo vive en campana porque está animado.

El creyente espera un avivamiento; el discípulo es parte de él.

El creyente agoniza sin morir; el discípulo muere y resucita para dar vida.

El creyente aislado de su congregación se lamenta de no tener ambiente; el discípulo crea ambiente para formar una congregación.

Al creyente se le promete una almohada; al discípulo una cruz.

El creyente es socio; el discípulo es siervo.

El creyente es espiga; el discípulo es grano lleno en la espiga.

El creyente es  “ojala”; el discípulo es “Heme aquí”.

El creyente, quizá predica el Evangelio; el discípulo en todo momento hace discípulos.

El creyente espera recompensa para dar; el discípulo es recompensado cuando da.

El creyente es pastoreado como oveja; el discípulo apacienta los corderos.

El creyente recibió la salvación por la cruz de Cristo; el discípulo toma su cruz cada día y sigue a Cristo.

El creyente espera que oren por él; el discípulo ora por los demás.

El creyente se congrega para encontrar al Señor; el discípulo manifiesta la presencia del Espíritu Santo en dónde quiera que está.

El creyente espera que le interpreten las Escrituras; el discípulo conoce al Señor de la Escritura y desde ellas enseña de Él.

El creyente busca consejos de los demás para tomar una decisión; el discípulo ora a Dios, lee la Palabra y en fe toma una decisión.

El creyente espera que el mundo se perfeccione; el discípulo sabe que este no es el Reino de Dios y espera la manifestación de su venida.